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La Playa del Puma

LA PLAYA DEL PUMA

Está llenando la marea. El aire tiene sabor a salitre. Planto el caballete en un llano, cojo los pinceles, y contemplo cómo las olas rompen contra el peñasco de la orilla. Chorros de espuma se elevan en el aire. Las minúsculas partículas me refrescan la cara.
El cuerpo de la ola se torna transparente, y la última luz de la tarde se cuela en la cresta que está a
punto de reventar. El color retrata el paisaje marino. Pinto durante horas, absorto.
Y de pronto, un gruñido sobrecogedor rompe el silencio.
Un puma desciende cauteloso por el acantilado de la izquierda. Su color se confunde con el de las rocas. Se detiene en el espejo del agua apresada, donde se mira el cielo con todos sus colores. Prueba el agua salada y sacude la cabeza.
Le dejo agua fresca en un plato, en el mismo lugar donde había estado pintando.

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Tragaperras

Inserté en único euro que llevaba en el bolsillo en la ranura de una de las máquinas tragaperras del Salón Recreativo. Había decenas de ellas muy llamativas, con diferentes diseños y colores, luces centelleante y música excitante. Pulsé el botón rojo. Parpadearon cuatro luces del mismo color y, con un agradable tintineo cayó una cascada de monedas. Confieso que ésta es la primera vez que juego a las tragaperras. Me llevé una agradable sorpresa. ¡Qué fácil es ganar dinero! -me dije. Seguí jugando y continué ganando. Cada euro se multiplicaba por cincuenta o cien. Jugué en varias máquinas a la vez, y todas me dieron premios. Con alborozo vi que las máquinas se reunían en torno a mí, y se apilaban unas encima de otras formando un pozo. En el centro del mismo estaba yo, encima de una montaña de monedas, con los brazos abiertos, riendo de gozo. Los euros brotaban en torrentes de todas las máquinas, hasta que, una a una fueron quedando vacías. El último euro de la última tragaperras tintine